El bautismo de La Pantera

El bautismo de La Pantera

Una de las primeras decisiones importantes que cualquier asociación ha de tomar en sus inicios es la elección de su propio nombre.

Dadas las características de nuestro grupo, muy heterogéneo en cuando a edad y procedencia, la decisión se antojaba un tanto difícil. El reto era buscar algo que nos uniera a todos, un concepto definitorio y transversal, un motivo del que pudiéramos sentirnos orgullosos y que se conviertiera en una seña de identidad inequívoca de lo que somos. Y de lo que queremos ser.

Afrontamos el desafío con dos requisitos fundamentales:

  • Tenía que ser un nombre original e inédito, es decir, que no existiera ninguna peña oficial del Atleti con esa denominación.
  • Al margen de nuestras filias y fobias particulares, todos los socios de la peña debíamos sentirnos identificados con el apelativo.

La tentación a recurrir a chistes y juegos de palabras se puso sobre la mesa de debate, pero aun reconociendo el tono divertido y el espíritu festivo de la peña, decantarnos por este tipo de alias podía excluir a muchos miembros que no se sintieran identificados con la ocurrencia, por aguda que esta pudiera parecer a quienes la proponían. Otra opción presente en todo momento era decantarse por un ídolo de la afición, una fecha o un acontecimiento memorable de la historia de nuestro club. En este caso, la diferencia generacional de los integrantes del grupo jugaba en nuestra contra, dado que la sensibilidad con la que cada uno experimentamos nuestra pasión por el Atleti se basa en un imaginario (no tan) colectivo, cuyos límites se circunscriben a lo vivido en primera persona.

Llegados a este punto, la solución pasaba por la búsqueda de un símbolo, una metáfora, un concepto alegórico que nos cohesione, una figura incuestionable que estimule la emoción por el sentimiento rojiblanco... Por ejemplo, ¿un animal? Podría ser buena idea, siempre y cuando se tratase de una especie con fiereza y elegancia, con garra y delicadeza. Un ejemplar bello, pero que tenga también la capacidad de rugir cuando la ocasión lo requiera. Y por qué no, con habilidades para escalar, que no se arredre ante las dificultades que se le presenten en el camino. ¿Una pantera? No hubo dudas, quórum total, un mamífero de esas características era justo lo que necesitábamos, un félido derrochando coraje y corazón.

Y además, ¿qué mejor homenaje a la pantera que ahora se faja en la delantera de nuestro equipo?