Como seriéfilo amateur, me gustaría comparar mi afición al Atleti con una escena de una producción de Netflix.
Otra vida es una serie estrenada hace apenas tres meses, ambientada en un futuro no muy lejano en el que los habitantes de la tierra, ante la llegada de un Objeto Volador No Identificado (OVNI) al planeta, deciden rastrear su origen y conocer sus auténticas intenciones. Para llegar hasta allí, organizan una expedición formada por una tripulación y una nave espacial de última generación controlada por una inteligencia artificial. Los datos dados hasta el momento no son los importantes, tranquilos. Lo interesante viene a continuación.
En el capítulo 5 de la primera temporada, una de las tripulantes está jugando al mítico juego de cartas del Solitario. Al mismo tiempo, la inteligencia artificial adopta una reacción más humana que otra cosa y, por estar algo aburrida o con el objetivo de ayudar (no lo sé muy bien), decide decirle de vez en cuando a la jugadora en qué columna debería colocar las cartas que van saliendo. A la decimocuarta vez que recibe dicha sugerencia, Michelle (la jugadora) le pide a William (la IA, que tiene nombre, porque hay vida más allá de Siri o Alexa) que deje de hacerlo porque de ese modo siempre gana. William no admite tal argumento, basándose en el hecho de que, estadísticamente, está siendo todo un éxito. Para ayudarle a entenderlo, Michelle propone a William jugar al también muy conocido Piedra, papel o tijera. La primera partida la gana Michelle (tijera gana a papel) y la segunda también (de nuevo, la misma jugada). William, ante el resultado no favorable, se siente frustrado y con ganas de revancha, por lo que le ruega a Michelle una tercera partida. Y, como a la tercera va la vencida, la inteligencia artificial se lleva la partida con una piedra contra tijera. Tras conocer el resultado, lo celebra con ganas, incluso más que las catorce veces anteriores juntas. Finalmente, y a modo de moraleja, la tripulante de la nave le pregunta '¿A qué te sientes mejor?', y la inteligencia artificial empieza a entender la justificación del principio. (Antes de seguir, sólo un apunte. Para quien haya visto la serie, sabrá que he obviado algún detalle de la escena, pero que no influye para lo que intento expresar aquí.)
Me propusieron que escribiera este artículo para explicar por qué me hice seguidor del Atleti y socio de La Pantera. Creo que esta escena resume un poco los motivos. Es decir, de pequeño, a menos que hayas crecido en un entorno que te haya guiado por “el camino” (otra producción de Netflix que no os podéis perder, por cierto) rojiblanco, sueles decantarte por equipos como el Barcelona o el Real Madrid. En mi caso, siendo originario de la localidad alicantina de Muro de Alcoy, la proximidad geográfica también sugería cierta predilección por el Valencia C.F. Y por esos derroteros me moví durante años, en los que percibía que ese sentimiento de victoria se asumía como normal, y por tanto, de forma inherente, muy cercano al aburrimiento. Y así fue hasta hace unos años, cuando tras haberme mudado a Madrid y desconectar del fútbol por un tiempo conocí a un nutrido grupo de seguidores atléticos.
Desde la mayor de mis ignorancias, pensaba que los sucesos acontecidos años atrás (una gestión del club pésima a distintos niveles, el descenso a segunda división, etc.) había hecho mella en la afición y los aficionados del club habían dejado de creer en el equipo. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que, más bien, todo lo contrario. Que ante la adversidad, la afición había estado con el club más que nunca, apoyándolo cada fin de semana, en cada partido, siendo crítico y exigente (desde un punto de vista constructivo la mayoría de veces) con el objetivo de convertirlo en lo que es el club hoy en día.
Esa manera de vivir, esa manera de sentir (atribuyéndome frases de Sabina, lo admito y pido disculpas por ello, si es que debo) el fútbol que tiene su afición es lo que me atrae, me entusiasma y en lo que creo, a la hora de seguir y animar a este equipo, en la medida de mis posibilidades.
Todo esto en lo referente a la categoría masculina, la cual goza de mayor popularidad, sin lugar a dudas. ¿Y por qué uno se puede hacer del Atleti? Pues, en mi opinión, cualquier soci@ también debe sentirse orgullos@ (al menos, empiezo a sentirme así) de que el club, desde hace años, ha estado trabajando y siendo referente en una categoría en la que la mayoría de ellos, a nivel nacional, no lo han hecho, como es su categoría femenina. No hay que irse muy lejos (ni salir de la ciudad) para encontrar un ejemplo de cómo NO hay que hacer las cosas en este aspecto. De todas formas, aun habiendo mucho trabajo por delante, el Atlético de Madrid cuenta con uno de los mejores equipos españoles (si no el mejor) y es algo que formó parte de mi decisión.
Y creo que esto es todo. Ser atlético es escoger una vida difícil, con altibajos, no apta para todos los públicos, ni recomendable por ningún cardiólogo. Una en la que cuesta conseguir las victorias pero que, cuando éstas se alcanzan, saben a auténtica gloria.